ANGUSTIA Y ENCIERRO

Psic. Yazmín Lugo 

La palabra Angustia y angosto provienen del latín angustus que quiere decir estrecho, luego entonces cuando algo, y sobre todo el cuerpo está comprimido, apretado y astringido se manifiestan síntomas en él. 

También es notable señalar que a partir de un discurso médico con la relación y semejanza de la raíz en cuanto al significado del término angina, ésta nos muestra la estrechez que supone un contexto físico. 

Y es desde aquí, que pasa a una sensación subjetiva como síntoma dentro de la angustia. Es decir, me refiero a la imposibilidad de respirar que manifiestan las persona que la padecen, que sufren de angustia, expresando entonces: me falta el aire, no puedo respirar, siento que me ahogo, siento presión en el pecho. 

Encierro del latín arcere que significa (contener, mantener, encerrar) – ahora sí nos vamos a la contraparte y su derivado, la palabra excercere: que quiere decir ejercicio, cuyo significado es: sacar algo de o sacar a una persona de. 

Así podemos agregar: sacarla de su encierro, sacarla de su angustia, que muchas veces hacer ejercicio son las recomendaciones que dan a las personas en éste estado. 

En un principio a partir del confinamiento nos encontramos con un encierro impuesto en aras de la protección ante un riesgo de contagio del COVID. No obstante, dentro del contexto psíquico, lo más contagioso son los síntomas, en tanto afectos y actos, ya que se apropian tomados del otro por identificación, y estos se reproducen. 

De primera instancia se percibió dicho confinamiento como una relajación laboral, escolar, familiar, pero después del mes o antes, empezó aparecer como inquietante, como pesado, como insoportable, manifestándose en las personas una angustia, que conlleva a los siguientes síntomas: como la depresión, la tristeza, aquí voy a marcar la diferencia entre éstas dos, y podemos decir que la segunda es el viento de una pérdida, en tanto la primera es cuando el afecto secuestra al ser ante esa pérdida confiscando la voluntad del sujeto. 

Continuando con los síntomas, está el miedo ante algo concreto, también aparecen los trastornos del sueño, la irritabilidad, el desgano, la impotencia, los sentimientos de soledad, el aumento de ingesta de alimentos, el consumo de bebidas alcohólicas. 

La angustia se apodera del cuerpo, se aposenta en él, y entonces se manifiesta, como habíamos mencionado anteriormente, en síntomas respiratorios, sequedad bucal, temblores, taquicardia, problemas digestivos etc. Siendo así que las personas vulnerables se encuentran en un alto riesgo de que sus condiciones aumentaran a partir de la suma de elementos como desafío a enfrentar: ejemplo: abuso de sustancias, abuso físico, abuso de poder, e incremento de violencia. 

Dicha amenaza del virus ante un contagio físico, con la aparición de la enfermedad, se percibe desde el psicoanálisis como real, es decir como un suceso imprevisto que pone en riesgo al sujeto, y en el extremo, la vida del mismo. 

Aparece como el gran Otro en tanto el poder, como ley, como eso invisible, intangible, como lo real de la angustia, como el amo implacable. Así el COVID es un real que nos confronta con la muerte mostrando la vulnerabilidad del ser, la mortalidad del mismo provocando la angustia ante ello. 

Para el Psicoanálisis en sí, no se trata de buscar el sentido de la angustia, que no lo tiene, sino de encontrar su causa, ya que ésta va dirigida al sujeto como real, advirtiéndole del peligro que es una certeza para él. 

Efectivamente la angustia es el afecto más penoso, insoportable y certero. Por esto es necesario tratar de articularlo, hablando de lo que se padece, dándole una simbolización para transformar la angustia en otra cosa que calme. De esta manera se cierne su causa, la que se aborda a partir del síntoma al cual da paso, es decir, los ya mencionados: irritabilidad, soledad, tristeza, etc. 

Luego entonces se extrae de esa certeza dolorosa un saber sobre lo que le concierne al sujeto. Sin embargo, la angustia no puede ser absorbida del todo por el discurso, ya que no está relacionada con ninguna significación, sino con algo que está fuera de él, imponiéndose como un afecto en el cuerpo que sufre, representando un valor absoluto, la muerte. 

No hay representación de la muerte en el sujeto, en su propia persona. Se percibe la muerte a partir del otro, ésta se inscribe ahí, sabemos de la muerte en ello. En el otro morimos, muere una parte de nosotros, es el duelo que aparece ante ello. A partir del síntoma y la incertidumbre de saber y explicarse el contexto de la situación del COVID, se incrementó la búsqueda de respuestas: revisando así: videos, siguiendo recomendaciones, leyendo artículos, e inclusive proliferando los memes intentando de esta manera amainar la angustia, todo ello en vías de tener la certeza de lo que estaba pasando. 

Con la pandemia se ha instalado algo en el sujeto que impacta, que irrumpe de manera abrupta, y que le resulta insoportable. Hay que tomar en cuenta que vivimos en una época de globalización, y por consiguiente en la inmediatez, el instante, en donde el tiempo del acontecer justo es al momento, provoca una solución en acto tomando así distancia del tiempo de un saber. 

Al parecer el virus ha puesto en jaque el concepto de globalización, es entonces que hay que restituir la llamada salud mental, concepto que la psicología retoma de la medicina y lo extrapola en un campo de la subjetividad tratando de buscar el equilibrio y la estabilidad en lo psíquico, de los sujetos en el mundo. Generalmente se pretende silenciar a la angustia a través de la prohibición en el supuesto de dejarla de sentir, cosa que fracasa. 

Así también surge la medicalización, un tanto más efectiva ante los quebrantos del ser frente a la existencia, los derrumbes subjetivos y las dolencias psíquicas. Sin embargo queda un resto de ese quebranto, inadmisible del sujeto, que resistente a los medicamentos, que éste, el medicamento no puede amainar, ese resto que regresa es la angustia. 

Es el retorno de la muerte en la existencia que se manifiesta en lo físico, en el cuerpo como una falla estructural del tratamiento biológico. Luego entonces para que la angustia se transforme se requiere hablar y se requiere tiempo. 

Paradójicamente se podría pensar que ahora se tiene el tiempo en el confinamiento, un tiempo libre; no obstante, éste se ha perdido en el encierro. Entonces se trata de cubrirlo con múltiples actividades, para encontrarlo u organizarlo, para no enfrentarnos con nosotros mismos. 

El absurdo en cuanto al encierro y la pérdida de la libertad, es salir a voluntad sin ser amenazados por el riesgo al contagio. En el confinamiento es probable que el espacio y el tiempo, elementos esenciales en el psiquismo, desaparezcan, así pues, el tiempo exige que se establezcan rutinas que simulen algo de la vida cotidiana para no perderse en él. 

Para restablecer el espacio es indispensable mantener el vínculo con el exterior: salir a comprar víveres, hacer videollamadas laborales, familiares etc. Somos sujetos que dependemos del otro, y en la otredad se busca el reconocimiento y la presencia justo de ese otro, ya sea para amarlo y ser solidarios, pero también, en esa contradicción y ambivalencia. para odiarlo si resulta amenazante, provocando así angustia. 

En esta pandemia todos somos sospechosos, y entonces se puede hacer alarde de la frase: sálvese quien pueda, de esta manera deviene la angustia, en tanto que no hay que acercarse al otro, surgiendo así una paranoia transitoria, porque ese otro semejante puede ser devorado por ese gran Otro COVID que en lo siniestro arrastra a la muerte. 

Esto produce la desubjetivación del sujeto que se pierde y que le es insoportable vivir en la pandemia. En la contraparte se puede mantener la cercanía ante la distancia, expresando así: cuidarnos los unos a los otros. En ocasiones se cree que el otro es el responsable, el culpable, del comportamiento propio, y en el confinamiento se agudiza ésta situación provocando disturbios entre las personas, y luego entonces entre las familias en encierro. 

Cómo convivir con ello, el otro puede aparecer como el enemigo, se corre el riesgo de ser excluidos y estigmatizados, ante una sociedad que maneja prototipos e ideales, sobre todo estando en un contexto de riesgo. Los efectos y la transformación en la subjetividad es tocada por ésta situación crítica del confinamiento (encierro) que de acuerdo a cada historia personal tendrá resultados particulares en contra: ansiedad, el llamado estrés postraumático, etc. o a favor encontrando la solución para seguir avanzando. 

El proceso del duelo ante la pérdida, cualquiera que ésta haya sido, a partir del COVID, se hace presente, trayendo así secuelas psicológicas más duraderas para unos, y menos para otros. No hay garantías en la vida, no se puede todo, no hay el 100% de la seguridad, porque siempre hay una pérdida, una falta, una falla, es la castración. 

El tratar a la angustia requiere tomarla como medio que permita al sujeto obtener un saber sobre la forma de gozar en tanto haya sido cernida la causa, enterándolo así del porque permanecer en la vida. Pero esto lo podrá obtener pagando una cuota de angustia, y solo de esta manera se levantará la misma. 

Es entonces el encuentro con el síntoma, que al explorarlo se podrá conseguir que el sujeto se separe de su angustia. Por lo tanto, no hay tratamientos inmediatos que amainen a ésta, ya que estos lo único que hacen es desplazarla a otro síntoma. 

 

BIBLIOGRAFÍA 

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